Cuando una persona fallece sin dejar testamento (lo que se conoce como «intestada»), su patrimonio no desaparece, pero sí se complica. Aquí algunos de los principales inconvenientes:
Herederos por ley, no por elección:
Sin testamento, será la ley quien decida quién hereda, no tú. Puede que tus bienes terminen en manos de personas con las que no tenías relación, mientras que otras más cercanas queden fuera.
Trámites más largos y costosos:
El proceso de sucesión intestada es más burocrático, toma más tiempo y suele implicar mayores gastos legales y notariales.
Posibles conflictos familiares:
La falta de claridad sobre cómo repartir los bienes puede generar tensiones, malentendidos o incluso juicios entre familiares.
Bienes en el limbo:
Sin una dirección clara, muchos bienes pueden quedar sin administrar durante años, deteriorándose o perdiendo valor.
La solución es simple:
Hacer un testamento no es complicado ni costoso. Te da paz mental, evita problemas a tus seres queridos y asegura que tus deseos se cumplan.
No lo dejes para después. Un testamento es un acto de amor y responsabilidad.